“Ese hombre viejo, tan harapiento como estaba yo, se presentó en una de las márgenes del río Rímac, donde también habían otras personas entregadas al abandono. Me dijo que ya no estuviera triste, que lo siguiera. Me llevó a la iglesia Nuestra Señora de las Victorias, la que está en la plaza Manco Cápac. De pronto, volteé y ese hombre maltrajeado ya no estaba. Sé que fue un enviado de Dios”. Las palabras del popular ‘Cristo Cholo’ suenan presurosas, en tropel. Emocionadas.
Al volante del camión-cisterna que a diario maneja transportando combustible, el recuerdo de ese encuentro de fines de los años 70 salta a su mente cuando debe explicar por qué siempre en Viernes Santo carga una cruz de 90 kilos de peso, 5 metros de altura y 3 metros de largo hasta la cima del “cerro San Cristóbal”.
Mario Valencia Rivadeneira, de 53 años, evoca aquel episodio y su mirada, fija en la vía, se torna diáfana. Su larga cabellera y barba profusa, tan útiles a la hora de representar al Jesús sufriente, contrastan con el chaleco fosforescente, el casco y los guantes de seguridad que lleva puestos. Su celular suena más o menos cada cinco minutos.
Entre grifo y grifo, Mario, con 10 hijos y unos 20 años de camionero, hace coordinaciones al por mayor. Ensayos, entrevistas, trabajo, familia. Las jornadas previas al Viernes Santo son pura correría para él, tal como ha venido sucediendo cada Semana Santa, ininterrumpidamente, durante los últimos 31 años.
PAPEL PROTAGÓNICO
Mario tiene el papel principal de la puesta en escena “Vida, pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo”, que desde la 1 de esta tarde presentará, como ya es tradicional, junto a los casi 100 integrantes de su grupo de teatro Emmanuel. Todo comenzará en los exteriores del santuario de Santa Rosa, frente a la Av. Tacna. La obra durará unas dos horas y luego el actor visitará las iglesias Las Nazarenas, San Marcelo, La Merced, Catedral y Santo Domingo, en el Cercado de Lima; y Santa Leticia, en el Rímac.
Tras ello, el ‘Cristo Cholo’ llegará al emblemático cerro San Cristóbal, donde la estrella de la obra, por vigésimo sexto año consecutivo y en una estampa que ya es característica del Viernes Santo limeño, llevará sobre sus hombros, cuesta arriba, la pesada cruz de madera–bendecida, aunque de lejos, por el papa Juan Pablo II en 1985– al compás de latigazos propinados por iracundos centuriones romanos con DNI peruanos. Al final de su calvario, tras ser flagelado, lo ‘crucificarán’ en la cima.
EL INICIO
“Fui rebelde. De chico me fui de mi casa, que entonces quedaba en La Victoria, y me junté con los cartoneros de Mendocita. Vi la droga y el alcoholismo de cerca. Y terminé viviendo como indigente, desaseado y con los cabellos largos, cerca al río. Pero ir a la iglesia de la plaza Manco Cápac cambió mi vida. Por eso creo que ese hombre de ropa raída fue una señal. Dios me sacó de eso”, refiere Mario, hoy vecino de la urbanización Huaquillay en Comas.
Antes de que el tradicional mirador limeño se convirtiera en su escenario por excelencia, el camionero y actor había protagonizado el Vía Crucis en Comas y entre Lima y Chorrillos. Todo en virtud de una promesa que –subraya Mario– hiciera a Dios hacia finales de los años 70, poco antes de su encuentro con aquel anciano: “Cargaré tu cruz hasta que tenga fuerzas sí me sacas de tanta degeneración”.
En 1979 le proponen hacer de Zacarías,esposo de Isabel, prima de la Virgen María, en una presentación de jóvenes artistas cristianos de Comas. Le encantó. Es así que en 1980 transforma a ese contingente humano en el grupo de teatro Emmanuel y juntos escenifican la Pasión y Muerte de Cristo en ese distrito por primera vez. “¡Sin la cruz no somos nada. Igual que Jesús!”, dice. Y parece que su calvario no tuviera fin.
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