domingo, 1 de mayo de 2011

Hoy se celebra el Día del Trabajo, una fecha que puede ser muy especial

La noche del pasado 21 de abril el biólogo Harold Portocarrero (25) le pidió, de rodillas, matrimonio a su colega Kelly Tapayuri (26). Todos los demás expertos estaban cenando cuando él pidió la palabra, tomó la mano de Kelly y le entregó un anillo. Ella dijo que sí. Se besaron y al sonido de los bichos de la Reserva Natural Pacaya Samiria, en Loreto, se sumaron los gritos de felicitación.

Entonces, en la humilde y alejada choza del puesto de Vigilancia 1, en la cuenca de los ríos Yanayacu-Pucate, dentro de la reserva natural más grande del Perú, a ocho horas en bote rápido desde la ciudad de Iquitos, la vida era feliz para todos. Además de la pedida, se venía algo muy importante. Quienes estaban en esa cabaña se habían embarcado desde hacía mucho tiempo en un proyecto que parecía imposible y que horas después estaba a punto de cumplirse: tras rescatar y protegerlos con dedicación por varios años, devolverían a su hábitat natural a cinco maravillosos manatíes amazónicos.

LOS PROTAGONISTAS
Chamo es un pendenciero al que todos quieren con mucha ternura. Quino, por el contrario, es sumamente dócil y relajado. A Victoria le gusta que la acaricien y jueguen con ella. Cochi es tímida y muy independiente. Giuliana, no obstante, es la manatí más especial.

Cuando la rescataron, hace tres años, estaba moribunda. La habían maltratado tanto que tenía un agujero en la cola. Un agujero del tamaño de un puño. “Entonces empezamos de inmediato un tratamiento y la salvamos. Pero en cada curación, lloraba. Los manatíes lloran. Sin embargo, su historia es de mucho valor. Es una luchadora”, cuenta Harold.

Giuliana y sus protectores comparten la misma historia de esfuerzo. En el 2009, 15 manatíes bebes fueron masacrados por pescadores que, como muchos, no conocían las características del animal. Los mataron por miedo a que estos fueran agresivos o porque podían comerse los peces. No sabían, como mucha gente hoy en día, que los manatíes son dóciles y herbívoros.

Enterados de esto, los jóvenes biólogos Jesús Vásquez, Maribel Espinoza y Carlos Perea se unieron para rescatar esta especie. Con el apoyo del Dallas World Aquarium formaron la Asociación para la Conservación de la Biodiversidad Animal (Acobia-Dwazoo) y salvaron a un primer ejemplar.

Luego se les uniría el Instituto de Investigaciones Amazónicas del Perú (IIAP) y la Dirección Regional de la Producción de Loreto. Además de los cinco que se iban a liberar, tienen nueve manatíes a su cuidado en las piscinas del Centro de Rescate Amazónico, en Iquitos.

LA ANSIADA LIBERACIÓN
Tras una noche extremadamente calurosa en Pacaya Samiria, el Viernes Santo, los manatíes estaban listos para ser liberados. Era la fecha pactada, el día esperado. En el rostro de todos se veía la alegría que sentían por vivir el momento cumbre del proyecto. Por momentos, también, tristeza. Pena por ver partir a los manatíes, sus hijos.

En tanto, la población de la comunidad de Yacu Taita –padres del agua, en quechua– no estaba triste. Por ellos, precisamente se eligió esta zona para liberar a los manatíes. La comunidad, compuesta por 18 familias, se ha mostrado dispuesta a cuidarlos. “Velaremos por ellos y los defenderemos de cualquiera que se atreva a hacerles daño”, dice convencido Lidber Arrué, jefe de la comunidad que esa mañana se congregó de forma completa.

Faltaban invitados por llegar. De un hidroavión descendieron Daryl Richardson, director del Dallas World Aquarium; Luis Campos Baca, director del IIAP; José Gil Navarro, jefe de la Reserva Natural Pacaya Samiria, y otras autoridades. Era la hora.

Entre seis hombres se comenzó a cargar a los manatíes de 120 kilogramos cada uno en promedio. Los subieron a unos botes que los llevaron hasta la zona establecida y, uno a uno, fueron puestos en libertad.

Cuando siente el agua, Giuliana se estremece, sacude su cola una sola vez con fuerza y se desliza, delicadamente, dentro del agua.

No es la piscina en la que vivieron los últimos tres años. En este río hay una corriente que trae troncos robustos. Hay una variedad de peces y animales que estos cinco manatíes desconocían. Hay serpientes, caimanes. En esta, su nueva casa, a veces llueve tormentosamente, con rayos… pero dependerá de ellos, de su instinto, demostrar que han crecido lo suficiente para sobrevivir.

“Ojalá puedan reproducirse, sería lo mejor”, dice el biólogo Jesús Vásquez, quien ya quiere nietos.

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